Cuando estoy
perdida, y no sé lo que es el amor, el amor incondicional. ¿Qué es? ¿Cómo se hace?
¿Cómo se siente? Lo miro a él.
Y lo miro desde
donde mi alma se posa.
¿Y cómo hago
esto? Me hago estas preguntas: ¿dónde siento que se mueve algo por dentro
cuando estoy enamorada? ¿En el pecho? ¿En la panza? ¿En el estómago? ¿En la
cabeza? ¿Dónde latió fuerte cuando amé? ¿Cuando veo a mi cantante favorito?
Cuando suena esa canción que me eriza la piel.
Cuando me dicen “mañana salís de vacaciones” en el trabajo. Cuando veo a
mi mama o mi papa o mi familia riendo descostillado de risa. Una vez que
identifico el lugar en mi cuerpo. Bueno, desde ahí. Desde ahí, lo miro.
Cuando miro
a un Máximo conecto con esa parte de mi cuerpo, pienso en ese amor que surge de
mi cuerpo, con ese sentimiento. Solo desde aquí, lo miro a los ojos. Si no
logro conectar porque hay otras cosas en mi cabeza, no lo miro. Lo miro reír, enojarse
y llorar, miro como pregunta, como se asombra, observo como intenta hablar,
observo como descubre este mundo terrenal.
Observo
como se sorprende, y me mira para comprobar que vi lo mismo, para compartir
conmigo eso que pasó eso tan fantástico. Un globo inflar, el perro ladrar, un
auto pasar, un “pipi” volando. Y me mira buscando complicidad, buscando
compartir ese sentimiento de descubrir algo nuevo conmigo.
Y cuando
conecto lo miro con ganas de aprender. Quiero volver a ver el mundo como él lo ve.
Despertar feliz, manifestarme triste cuando lo siento, enojada cuando me enoja algo sin lastimar a nadie,
llorar si se me da la gana. Y también gritar cuando lo sienta necesario, pedir cuando algo me falta,
mostrarme vulnerable si así lo siento. Sorprenderme de cada pájaro que vuela,
de cada atardecer siempre uno diferente al otro todos los días, sorprenderme de
las personas que aparecen en mi vida.
Máximo me
enseña que no importa mañana, hoy es hoy. Ahora este instante mínimo segundo
estoy corriendo a la perra porque me apetece y al siguiente segundo me apetece
mirar el pájaro que voló frente a mis narices. Y entonces hago lo que mi
instinto me guía a hacer.
Máximo es
instinto puro. Y ¿cómo diferenciar el instinto cuando él es todo entero instinto?
¿Cómo diferenciar blanco dentro del blanco?
Y digo “volver
a...” porque algún día fui alma pura, un día vine al mundo en instinto puro, un
día vine al mundo con amor incondicional, siendo amor incondicional. Llegue sin
barreras, llegue como Máximo sin pensar “que dirán” ni siquiera sabe lo que eso
es y cuanto nos pesa a algunos, ni siquiera sabe lo que es lastimar, dañar u
odiar. No sabe de resentimientos, máximo perdona, sana y olvida en un segundo.
Ya al otro segundo es otro momento, ya al otro día es otro día para ver el sol
y el pipi volando.
Hasta que algún
día alguien me dijo “NO” y sin entender el porqué, hice caso por miedo. Hasta
que alguien más me dijo “ASÍ NO ES” y sin entender porque, empecé a hacerlo de
otra manera la cual mi instinto no guiaba. Alguna otra persona me dijo “SOS
UN 5 / 6 / 7” y me compare con un “9 o 10” y sin entender porque me enumeraban,
accedí y me empecé a comparar. Y ahí fue donde mi instinto en vez de ser todo
entero en mi cuerpo empezó a ser un pedacito pequeño dentro de mi ser. Un
pedacito diferenciado. Ya no era todo blanco, era un poquito blanco dentro de
otros tantos colores que fui agarrando en el camino.
Quiero
decir, no fui entera amor como Máximo lo es ahora.
Y aquí viene
mi desafío, donde empiezo a conectar con ese instinto con ese amor
incondicional. Que nunca se fue, sigue en mí. Y aprendiendo y leyendo voy
volviendo a revivir.
Y cada Alma Máximo
en este mundo terrenal viene a decirte y a mostrarte eso. Agradece cada Alma Máximo
en tu vida. Tu primo/a, tu sobrino/a, tu hermano/a, el nene o la nena en el tren en el colectivo que te mira sonríe y saluda. Te viene a recordar que alguna vez fuiste amor puro, y que lo podes
volver a ser.
No te
olvides nunca de mirar a un niño con hambre de aprender a ser, a ver, a sentir.
Obsérvalo con amor, y vas a sentir como en algún
punto todo está bien. Todo siempre vuelve a ser PAZ.
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